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¿Está bien comer animales porque nuestro cuerpo está hecho para eso?

En esta entrada defiendo el veganismo frente a la creencia de que la estructura de nuestro cuerpo justifica que ingiramos ciertos alimentos



Muchas personas consideran que la composición o el funcionamiento de nuestro organismo es una razón suficiente para justificar el consumo de alimentos de origen animal. Por ejemplo, puedes pensar que tenemos colmillos, y que debido a esto estamos diseñados para consumir carne. Analicemos estas razones.


La discusión científica sobre si anatómica o fisiológicamente somos omnívoros o herbívoros aún no está resulta. Esta discusión parte del análisis de las características físicas comunes a los omnívoros, herbívoros y carnívoros y nos clasifica en alguno de estos grupos. La cuestión resulta sumamente compleja. Por una parte, estos conceptos se refieren a la especialización de la fisiología del animal y no a su comportamiento: un carnívoro no es aquel que solamente come carne, sino aquel cuyo cuerpo está preparado para tener una dieta exclusiva de este tipo de alimentos. Además, en taxonomía estas tres categorías resultan insuficientes, por lo que se utilizan otras más precisas como insectívoros, frugívoros, etc.


Además de lo complicado de la taxonomía, un argumento en este sentido tiene otro tipo de limitaciones: la evidencia fisiológica apunta a que nuestro cuerpo no está óptimamente preparado para el consumo de carne, como sí lo está el de carnívoros como los felinos o caninos. Veamos algunas razones de esto.


I) Nuestros colmillos no son lo suficientemente grandes como para permitirnos desgarrar carne. Por otra parte, los colmillos también están presentes en otros simios, como los gorilas, quienes son herbívoros estrictos y únicamente los utilizan para defenderse o intimidar a sus adversarios.


II) Nuestro sistema digestivo se asemeja tanto en longitud como en capacidad más al de un herbívoro que al de un carnívoro. Es en parte por esto que los humanos no podemos digerir correctamente la carne cruda y necesitamos someterla a procesos de cocción antes de consumirla.


III) Nuestro cuerpo no se encuentra equipado con herramientas para cazar. No tenemos garras, mandíbulas pronunciadas, piernas veloces u otras cualidades que sí poseen varios animales carnívoros.


Este artículo ofrece estas y otras razones.


Aun si nuestra fisiología estuviera encaminada al consumo de carne y pudiéramos taxonómicamente clasificarnos como animales que consumen carne, existen otros problemas con este argumento.


¿Por qué es relevante la constitución de nuestro cuerpo para justificar nuestra alimentación? Por motivos de espacio dejaré las cuestiones de salud para otro momento y me centraré sólo en consideraciones sobre la función de nuestros órganos. El argumento sería el siguiente:


Los órganos de los seres vivos están creados con un propósito, lo cual nos justifica a utilizarlos de manera que ese propósito se cumpla.


Este argumento se desarrolla en dos etapas.


(1) Se propone que existe cierto fin inherente a los órganos para el cual están diseñados. Es decir, nuestro cuerpo tiene un objetivo.

(2) Se utiliza la afirmación anterior para defender una tesis moral: estamos justificados a realizar aquello para lo que nuestro cuerpo está diseñado.


Ambas partes del argumento son sumamente problemáticas.


La primera parte argumenta que ciertos órganos del cuerpo humano están diseñados con un cierto propósito. Ante esto podemos preguntar: ¿qué evidencia tenemos a favor de esto? La única evidencia que se me ocurre a favor de esto es que de hecho utilizamos nuestros órganos con un cierto propósito: el estómago para digerir, los pies para caminar, los ojos para ver.

El problema con esto es que no hay evidencia que nos muestre que estos órganos no podrían ser utilizados con otros fines, y más aún, la evidencia apunta en el sentido contrario.


Las científicos aún no están de acuerdo respecto a en qué momento los antepasados del humano comenzaron a comer carne, sin embargo, este acontecimiento se sitúa entre hace dos y cuatro millones de años. Es decir, nuestros antepasados no utilizaban su aparato digestivo para consumir carne, aunque ahora sí lo hagamos. Igualmente ocurrió con nuestras bocas, las cuales pasaron de tener el fin principal de alimentarnos, a ser una herramienta para el uso del lenguaje; o con nuestras manos, que pasaron de ser utilizadas para sostenernos de las ramas de los árboles a ser utilizadas para construir lanzas o hachas.


Si aún deseas defender la afirmación de la finalidad de nuestros órganos, podrías argumentar que los ejemplos sugeridos en el párrafo anterior son casos de usos incorrectos o no autorizados de nuestro cuerpo. Podrías decir:


El diseño de nuestro cuerpo no limita como puede usarse, pero sí como debe usarse.


Pero si la manera como puede usarse no delimita como debe usarse, ¿entonces qué lo hace? Par responder esto, puedes apelar a la idea de un diseño. Piensa en el siguiente ejemplo:


Un cuchillo ha sido diseñado para cortar y aunque este se puede utilizar como desarmador, esto sería incorrecto, pues no ha sido diseñado para ello. Análogamente, podemos utilizar nuestro cuerpo sólo para comer vegetales, pero no deberíamos hacerlo porque no fue diseñado para ello.


Nota que este argumento requiere de un agente que nos haya diseñado, así que seguir defendiendo la tesis de la finalidad nos lleva a defender la existencia de algún creador de la especia humana. En esta entrada no voy a discutir este argumento, pues nos estaríamos saliendo de tema.


Aún si no te convencen las razones que he ofrecido, veamos qué opinas de los problemas que tiene la segunda parte del argumento. Esta sostiene que la existencia de un propósito para los órganos humanos implica que estamos justificados a realizar este propósito.


Hay ejemplos que muestran que esta idea es incorrecta:


A) Podemos formar un puño con nuestra mano, es claro que el propósito de los puños es golpear, pero esto no justifica golpear a otros humanos.

B) Tenemos dientes, el propósito de los dientes es morder y masticar, pero esto no justifica morder a otros humanos.


Claramente ambas prácticas son injustificables: lastimar físicamente a otra persona es una violación a su integridad física. De esta manera, el que nuestros órganos tengan un propósito no es suficiente para justificar que realicemos ese propósito.


Concluyo: las razones que parten del diseño de nuestro cuerpo no son suficientes para justificar nuestro consumo de alimentos de origen animal. Termino así esta entrada.




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